Cuando ya comenzaba a declinar el esplendor de la cultura talayótica, Menorca fue visitada por pueblos extraños que, ya en esa época histórica, atravesaban el Mediterráneo, unos llevados por su afán comercial (fenicios y griegos) y otros por su deseo de conquista (cartagineses).
Estos arriesgados navegantes que cruzaban el "Gran Mar" (Mediterráneo) para llegar a las codiciadas minas de Tarsis (Huelva), fueron los primeros en dar nombre a nuestra isla. La llamaron "Nura", nombre derivado de "nur", que en lenguaje fenicio equivale a fuego. Cuando de noche las naves fenicias pasaban cerca de nuestras costas, veían brillar fogatas en los lugares altos, en las cumbres de los talayots, en los reductos guerreros situados en los acantilados inaccesibles.
En el siglo V a.C. otro pueblo de navegantes salió de su Focea natal para recorrer todo el Mediterráneo occidental fundando factorías designándolas con el sufijo "oussa".
Según Avieno, corresponde a Menorca el nombre de "Meloussa", derivado de "melon", ganado. Es el primer indicio de la gran riqueza ganadera de la isla. Los focenses dejaron en nuestro suelo preciosos vestigios de su paso: lindas estatuillas de bronce: una diosa Atenea, un atleta corriendo y sobre todo una arpía (cuerpo de ave y cabeza de mujer, con diadema y primoroso peinado).
A este pueblo le corresponde la primera ocupación guerrera de nuestra isla que se conoce por la historia. Ocupando el norte de África y en sus ansias de expansión y de conquista, no es raro que ocupasen las Baleares, como otras islas mediterráneas.
Aprovecharon los buenos puertos de Menorca para sus escuadras, reclutaron honderos para sus guerras con Roma, tuvieron aquí guarnición permanente, que por cierto no debió de agradar a los indómitos isleños, ávidos de independencia, cuando parece que hacia 252 a.C. se alzaron contra los dominadores y pasaron a cuchillo a los soldados cartagineses; dícese incluso que fue necesaria la presencia en Menorca del famoso Aníbal Barca para sofocar la rebelión, seguramente muchos menorquines morirían entonces crucificados.
Según la mayoría de los autores, fueron los cartagineses los que fundaron y dieron nombres a las dos más antiguas ciudades menorquinas: "Jamma" (Ciudadela) y "Maghen" (Mahón).
"Jamm" en las lenguas semíticas, propias de fenicios y cartagineses, significa "mar" y también "poniente", por la situación del Mediterráneo respecto a Palestina. Por tanto "Jamma" significa "lugar occidental", "ciudad de poniente". Incluso actualmente se designa al término de Ciudadela -extremo occidental de la isla- con el nombre de "es cap de ponent" (el extremo de poniente).
"Maghen", en lengua semítica, significa "escudo", y por extensión "protección", "defensa". Es plausible que esta referencia se haga por el magnífico puerto mahonés, donde las naves de Cartago hallarían, como las escuadras de todos los tiempos, su mejor protección y defensa.